Las etapas del proceso con nuestro acompañante espiritual

¿Con qué frecuencia debo acudir al acompañante espiritual? ¿Cuánto deben durar las entrevistas? ¿Cuánto dura el proceso? En este artículo tratamos de dar algunas respuestas al respecto recorriendo los pasos del viaje con el acompañante espiritual.

Primer paso: elegir el guía espiritual

Si has entendido que te haría bien tener un acompañante, alguien que te ayude en tu camino de fe (o incluso en tu discernimiento vocacional), el primer paso que debes dar es buscar una acompañante espiritual (aún no sabes qué significa tener un acompañante espiritual.? Te remito a este articulo  donde encontrarás todas las respuestas: ¡haz clic aquí!).

Inmediatamente te advierto: ¡no es fácil! En estos días, encontrar personas adecuadas e incluso disponibles es realmente difícil. Pero no te rindas (este articulo podría ayudarte).

Cuando hayas identificado a alguien que pueda hacer por ti, lo primero que debes hacer es ante todo pedir poder tener una pequeña charla inicial de conocimiento. En este primer momento, preséntese brevemente, exprese tu deseo de ser acompañado, posiblemente también desde un punto de vista vocacional. Cuenta dónde te encuentras en tu vida y cuáles son las preguntas y cuestiones que llevas dentro.

Entonces pregúntale a esta persona si puede darte su disponibilidad al respecto. No tendrás que decidir inmediatamente si la persona que tienes delante será tu acompañante espiritual: de hecho, normalmente serán necesarias algunos encuentros iniciales para conocerse y comprender si la confianza y la confianza mutua necesarias para un buen camino se establece el acompañamiento espiritual (ver el párrafo siguiente).

Si la persona a la que recurriste te da su disponibilidad para estos primeros encuentros de conocimiento recíproco, agradece de veras al Señor por este don: ¡es raro y precioso! Si por el contrario, esta persona no te da su disponibilidad, o no parece convencida, no la tomes: en la mayoría de los casos no es una cuestión de mala voluntad o egoísmo, sino simplemente una sobrecarga de peticiones. Como decíamos al principio, hay poca gente capaz de hacer este servicio y muchas veces ya están muy ocupados, y no es fácil encontrar un tiempo adecuado para todos los que lo piden. Así que gracias de todos modos, y retome su búsqueda con confianza.

Segunda fase: las primeras entrevistas

Los primeros encuentros serán, como decíamos, de conocimiento. No existe una regla precisa para llevar a cabo esta fase inicial. Sin embargo, tienes que saber, que esta fase está dedicada a formar una alianza. Tendrás que intentar entregarte a la persona que tienes delante con la máxima confianza y franqueza.

Será el espacio en el que debes presentar con serenidad tu vida, tu experiencia de fe, las preguntas que llevas dentro. Entonces comienza a abrir algunas ventanas sobre las heridas que lleva tu historia, sobre tus expectativas y esperanzas para el futuro. Sin olvidar tu experiencia actual, tus días ordinarios, tus relaciones, tu oración, etc…

¿Cuándo puede durar esta fase? No puede haber una indicación única al respecto. Podría tomar dos, tres, cuatro reuniones, tal vez reuniéndose cada tres o cuatro semanas (o más frecuentemente si es necesario). De hecho, estas primeras entrevistas escapan a las indicaciones más precisas que encontrarás en el siguiente párrafo (por ejemplo, pueden ser incluso más largas que una entrevista normal, quizás pueden durar una hora y media por ejemplo…). También déjate acompañar por la persona que tienes delante.

Esta primera fase puede terminar con un momento explícito en el que nos decimos si el viaje realmente puede comenzar, o si es necesario encontrar a otra persona que te acompañe. La elección la puede dar el propio acompañante, pero también tú: es importante que puedas evaluar desde estos primeros encuentros si te sientes cómodo, si te parece que se está iniciando una relación de confianza y entrega en libertad.

A veces (y quizás también sea el caso más frecuente…) esta primera fase desemboca de forma natural y progresiva en la siguiente (mantenimiento), sin que se produzca una verdadera «formalización» del camino. Si se vuelve natural y espontáneo para los dos, está bien: ¡gracias al Señor también en este caso y adelante con confianza!

Tercera fase: mantenimiento

Esta es la fase central y ordinaria del proceso con el acompañante espiritual, que sigue a los primeros encuentros de conocimiento mutuo y en los que se forma la alianza. Por lo tanto, es mucho el camino predominante en el espacio.

¿Que ritmo y cuánto tiempo?

Es importante establecer un ritmo constante de encuentro con su acompañante. Tendrán que elegir juntos la frecuencia de sus reuniones (normalmente una vez al mes, por ejemplo) y su duración (normalmente una hora).

Es realmente muy importante permanecer fiel a este compromiso, por parte de ambos: los ritmos de la vida, los compromisos, lo inesperado siempre estará a la vuelta de la esquina para sugerirte que pospongas tus encuentros con tu acompañante, tanto por tu parte como por parte de él. Por eso, lo mejor es, al final de cada reunión, fijar inmediatamente la fecha del próximo encuentro, tratando de mantener la frecuencia acordada.

¿Puede haber alguna excepción? Ciertamente que sí: la vida nos trae muchas veces imprevistos y novedades que no esperábamos, y obedecer el presente es siempre una buena regla espiritual. Sin embargo, por otro lado, siempre será bueno evaluar cada excepción junto con el acompañante, para comprender qué es lo mejor que se puede hacer.

En términos concretos, por ejemplo, en un período de compromisos particulares, entre una reunión y otra puede pasar algo más de tiempo del previsto (por ejemplo, una convocatoria de exámenes en la universidad, o durante las vacaciones de verano). O, por el contrario que, en un momento de especial dificultad y cansancio, sientas la necesidad de confrontarte más a menudo con el acompañante, y por tanto de verte unas cuantas veces más de lo esperado.

Estos son acontecimientos normales del proceso: lo importante es siempre darse cuenta de esto y elegir con libertad y conciencia junto con el propio acompañante, sin dejar que los acontecimientos que pasan decidan cual sea la ruta y tomen el control de nuestra vida.

La misma regla se aplica a la duración de las reuniones: establecer una duración fija (por ejemplo, una hora) nos permite, por un lado, centrarnos directamente en las cosas importantes, ir al grano, sin perdernos en mil flujos inútiles; por otro lado, tener un espacio adecuado para una discusión profunda y fructífera, no demasiado rápida y superficial (te preguntas «¿qué decirle al acompañante espiritual»? ¡Aquí encontrarás un artículo sobre este tema!).

Incluso aquí, sin embargo, se aplicará la regla de las excepciones: puede haber reuniones en las que las «cosas para decir» parezcan pocas y terminen antes de lo esperado (en realidad sucede muy pocas veces según mi experiencia…), otras en las que tal vez es poco del tiempo previsto porque muchas cosas salen del corazón como un volcán… ¡Hasta aquí todo es normal!

Administrar el tiempo, los esfuerzos, las tentaciones.

Con el paso del tiempo, ganas confianza y aprendes a gestionar bien el tiempo que pasamos juntos y a sacarle frutos. Habrá pasajes hermosos, importantes, liberadores, en los que regresarás a casa lleno de alegría y gratitud. Por el contrario, también habrá pasajes difíciles, de los cuales uno quisiera escapar.

Una vez emprendido el proceso, de hecho, siempre hay un precio que pagar. Si la relación espiritual es buena, necesariamente conoce momentos difíciles. La voluntad de verdad está en juego. Un buen acompañante espiritual, para no callar la verdad y ayudarte a crecer en la fe, también está dispuesto a decir cosas desagradables a la persona que se refiere a él/ella.

Cuando está duro, cuando parece que no hay frutos, ¿qué hacer? Esta es una pregunta con la que seguro que tarde o temprano todos nos encontraremos en nuestro camino. La respuesta no es única, sino múltiple. Aquí me limitaré a referirles a un artículo que escribí hace algún tiempo (lo pueden encontrar en este enlace): aquí hablamos de oración, pero el discurso también se aplica bien a las fatigas con el acompañante espiritual.

Otro consejo que me parece importante para vivir bien (y con el máximo fruto) los encuentros con el acompañante espiritual es preparar bien los encuentros. ¡Esto realmente hace toda la diferencia en el mundo! Aquí también hay un artículo específico que te ayuda a prepararte para las reuniones siguiendo un pequeño camino de 8 pasos: puedes encontrarlo en este enlace.

Cuarta fase: el final del proceso

¿Cuánto tiempo debe durar el viaje con el acompañante espiritual? ¿Cuándo termina? Estas son preguntas que son realmente difíciles de responder. En principio, la regla del día podría ser esta: es recomendable mantener el mismo acompañante mientras esta relación haga bien, la haga crecer.

Sin embargo, a veces el viaje con el acompañante espiritual termina por varias razones. Quizás estas viviendo la entrada en una nueva etapa de la vida (ingreso en un convento o seminario, mudanza a otra ciudad, inicio de la universidad o una nueva experiencia laboral, matrimonio…), que muchas veces te obliga a cambiar de acompañante por motivos geográficos. o quizás porque lo solicita la institución.

En otras ocasiones puede ser el propio acompañante el que tenga que trasladarse, asumir otros puestos o tener problemas imprevistos. Todavía sucede que quizás con el tiempo percibimos que la relación ya ha dado todo lo que podía y que hace falta un cambio, una novedad, una nueva relación.

¡Por el contrario, abandonar el camino por temor a las necesidades correctas que el acompañante avanza en relación con el crecimiento interior es más bien una derrota, que debe evitarse a toda costa!

Para todas estas variadas situaciones, el camino con un acompañante espiritual puede limitarse a una etapa de la vida (por ejemplo, a uno o dos años con motivo de la preparación al matrimonio, o en la entrada al convento), o puede acompañar por un tiempo más largo.

Así que cuando por diversas razones llega a su fin es bueno verse en persona y decidir juntos que es hora de parar. Será muy útil en esa coyuntura revivir el camino juntos: ¿de dónde partiste? ¿Dónde estás ahora? ¿Qué fue hermoso en el medio? ¿Qué has ganado? ¿Qué «obras de construcción» todavía están abiertas para tu vida?

Terminar dando gracias juntos al Señor por lo que se ha dado y devolviéndole todo siempre nos pone en la perspectiva correcta: ¡todo viene de él y todo vuelve a él!

Con esto termino yo también este artículo, esperando haber aclarado al menos un poco tus ideas. Si tienes alguna otra pregunta o inquietud, no dudes en escribirnos un correo electrónico (franciscanoscl@gmail.com) o contactanos a través de nuestras RRSS.

¡Te acompañamos con la oración!

fray Nico Melato (OFMConv)

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