“Felices los de corazón limpio” (Mc 7,1-8. 14-15. 21-23 )

Con el domingo pasado hemos terminado los cinco domingos, tiempo en que  hemos  leído el capítulo sexto de Juan, y con este domingo XXII del tiempo ordinario, volvemos a retomar el evangelio correspondiente a este ciclo B, Marcos, el que ya no dejaremos hasta el  final del año litúrgico. 

El evangelio de Marcos tiene un esquema básico y unas ideas de fondo, pero en cambio,  no tiene una organización sistemática de los hechos o de las palabras de Jesús. Por eso,  prácticamente, cada escena evangélica es un acontecimiento en sí misma, y presenta un  aspecto, una faceta, de este Jesús que se manifiesta y que a través de él manifiesta el  Reino de Dios.

Si  lo miramos bien, si vamos al fondo de cada uno de los textos que iremos leyendo,  nos daremos cuenta de que Jesús, marca unos caminos de vida que no se ajustan al  modelo que habitualmente se tiene por normal y razonable. Lo que Jesús propone,  rompe  con las rutinas sociales e incluso eclesiales. Y valdría la pena que no escondiéramos esa radicalidad, al contrario, que la hiciéramos notar. Y que hiciésemos notar también que Jesús nos obliga constantemente a revisar, en qué dirección tenemos puesta nuestra vida. Porque el interés de Jesús no radica tanto en lo que hacemos y en lo que conseguimos,  sino en qué dirección nos ponemos.

Y dado que cada domingo el evangelio nos mostrará un acontecimiento o una palabra de  Jesús, que afecta aspectos profundos de nuestra vida personal y comunitaria, podría resultar pedagógico, ahora que se inicia un nuevo curso de este Evangelio, plantear la Eucaristía y la  predicación de este domingo y los cuatro domingos de septiembre, como una reflexión sobre cinco actitudes  básicas personales o comunitarias, que nos pueden servir de guía y programa de vida.

En el evangelio de hoy, Jesús no se opone a la ley, o a los preceptos, pero sí Jesús alza la voz contra las desviaciones interpretativas.  Precisamente en el mismo capítulo del evangelio de hoy, Marcos narra el caso concreto con  el que Jesús echa en cara a los fariseos cómo, bajo pretexto de limosnas para el templo, se  niegan a socorrer económicamente a los padres.

Esta sería la actitud que hoy nos presenta el evangelio y también quiere resaltar: la fe en Jesús no tiene su  fundamento en leyes y ritos, sino en sacar de nosotros todo aquello que nos contamina: todo aquello que nos estropea por dentro, y sobre todo aquello que hace daño a los demás, sea por acción o por omisión. La lista que hace Jesús es muy significativa, y afecta a las  relaciones personales, a la vida de matrimonio, a la vida económica y laboral, a todo lo que  hacemos.

Porque es aquí, en todas las realidades y aspectos de nuestra vida de cada día, donde  se juega la realidad o la falsedad de nuestro seguimiento a Jesús. Y aquí irá bien, leer la  claridad y contundencia con que Santiago, en la segunda lectura, expresa cuál es «la  religión pura e intachable a los ojos de Dios Padre», en perfecta sintonía con lo que ha  dicho Jesús en el evangelio de hoy.

Para terminar, cito las palabras de San Francisco de Asís, que encontramos en las Admoniciones cap. XVI: donde habla de la limpieza del corazón: “Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.Son verdaderamente limpios de corazón quienes desprecian las cosas terrenas, buscan las celestiales y no dejan nunca de adorar y ver, con corazón y alma limpios, al Señor Dios vivo y verdadero”.

Pedimos al Señor la capacidad de tener nuestros corazones cerca del Señor, de no honrarlo solo con  los labios o de palabras, sino más bien con todo nuestro ser, involucrando toda la nuestra vida con actitudes concretas de entrega , con obras de caridad y con gestos de misericordia.

Feliz semana a todos fr. Tullio Pastorelli (OFMConv)

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