Vocación si… vocación no…

Hoy les hablo de un pasaje del Evangelio que es particularmente provocador, nos obliga a buscar la verdad en nosotros mismos, a profundizar y así empujarnos a tomar una posición y una decisión hacia Jesús. En el fondo, este Evangelio nos llama a sentimos responsables e implicados por él, para él, con él, en él…

Del Evangelio de Lucas (9: 57-62)

Mientras ellos iban por el camino, uno Le dijo: Te seguiré adondequiera que vayas. Las zorras tienen madrigueras (cuevas) y las aves del cielo nidos, le dijo Jesús, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza. A otro le dijo: Ven tras mí. Pero él contestó: Señor, permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre. Deja que los muertos entierren a sus muertos, le respondió Jesús; pero tú, ve y anuncia por todas partes el reino de Dios. También otro dijo: Te seguiré, Señor; pero primero permíteme despedirme de los de mi casa. Pero Jesús le dijo: Nadie, que después de poner la mano en el arado mira atrás, es apto para el reino de Dios.

Unas provocaciones para nuestro camino

Sígueme

Seguramente a muchos de ustedes ya les ha dirigido o dirige Su dulce y fuerte invitación al mismo tiempo: Sígueme. Quizás un gran entusiasmo y un sincero “te seguiré dondequiera que vayas” también te acompañaron, durante algún tiempo, después de alguna experiencia particular: Asís – curso vocacional; una peregrinación; un encuentro juvenil; el testimonio de un sacerdote o monja; un tiempo brillante de voluntariado…; una luz después de un tiempo de crisis… etc… ¡El Señor, en este sentido, siempre sabe dónde tocar las cuerdas de nuestro corazón para manifestar Su Voluntad!

«Si» y «pero» y «tal vez», «pero primero»

Pero entonces, ¡¡cómo esta misma voz lucha por tomar forma y dirección y cuantas veces corre el riesgo de ser sofocada o pospuesta o sepultada por muchos otros pensamientos y afectos y miedos!!

Inmediatamente después está la inevitable caída del tono, el predominio de una lógica de «pequeños cálculos» y esperas y renuncias con muchos «si» y «peros» y «tal vez», «pero primero»… De ahí el aumento de mil obstáculos y varias objeciones por no escuchar: primero tengo que hacer esto y aquello (estudio, trabajo), no soy digno; No estoy listo todavía; ¿y si no es bueno?; Soy muy joven; Soy demasiado viejo; Soy un pecador; tengo un título o no tengo un diploma; tengo un buen trabajo o estoy desempleado; mi familia está en contra; y si me equivoqué?; Tengo novia o nunca he tenido una experiencia afectiva..”, lo pensaré más adelante; Este no es el momento…; No quiero pensar en eso… ¡Incluso nuestra imaginación, como la del Señor, es realmente amplia al respecto!

¿Qué hacer?

Creo que un primer paso importante es precisamente el de no callar y no hacer oídos sordos a este susurro del Señor a nuestro corazón: ¡se trata pues de vivir la «escucha» que requiere necesariamente espacios de silencio interior y de oración!

También es fundamental darse el permiso y el tiempo para trabajar en un camino de discernimiento (como nuestros encuentros vocacionales) e iniciar una confrontación franca y sincera con un acompañante espiritual. Esto exige salir de nosotros mismos y aprender a confiar y confiar, aceptando las mediaciones y el diálogo y el acompañamiento…

Otro paso necesario será tomar conciencia de las objeciones y obstáculos que más o menos voluntariamente ponemos a una opción de vida consagrada, pero también, en relación a esta vocación tan radical y especial (¡¡que no es para todos!!) las contraindicaciones que surgen de nuestra experiencia, de nuestros sentimientos y mundo interior así como de las sugerencias del Espíritu y de quienes nos guían.

Al Señor Jesús siempre nuestra alabanza.

fray Alberto (OFMConv)

(articulo libremente extraído del Blog Vocación Franciscana)

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