El discernimiento de San Francisco: ¿contemplación o misión?

No todos saben que al comienzo Francisco no pensaba ser misionero.

Para nosotros, frailes franciscanos, la misión es uno de los pilares de nuestro carisma. Pero, ¿saben que san Francisco vaciló por un tiempo entre una vida de oración y una vida de misión? ¿Y saben que se sintió más atraído por lo primero y que lo único que le hizo pensar en lo segundo fue el ejemplo de Cristo?

Veamos cómo vivió este difícil discernimiento a partir de las palabras de la Leyenda Mayor de San Buenaventura:

Hermanos míos, ¿qué me aconsejan, cuál es su opinión? ¿Debo dedicarme a la oración o ir de pueblo en pueblo a predicar? Porque al fin y al cabo soy un pobre hombrecito sencillo, sin elocuencia, más dotado para la oración que para la predicación.

En la oración se obtienen y acumulan las gracias, mientras que la predicación es, por así decirlo, la distribución de los bienes recibidos del cielo. En la oración purificamos todos los impulsos de nuestra alma […] mientras que en la predicación nuestro espíritu también acaba teniendo los pies cubiertos de polvo” como el cuerpo […]. Finalmente, en la oración, hablamos con Dios y lo escuchamos, […] mientras que la predicación nos obliga a ponernos siempre al nivel de los hombres y a vivir como ellos, a pensar, ver, hablar y escuchar como ellos.. .

Pero contra todos estos beneficios de la oración, hay un argumento que es que el Hijo unigénito de Dios, suprema Sabiduría, salió del seno del Padre por la salvación de las almas, para darse al mundo como ejemplo, para hablar a hombres, la Palabra que salva, para darles su sangre como rescate liberador, como baño purificador y como bebida fortificante: no se guardó nada para sí, sino que nos dio todo para salvarnos. Y como tenemos que imitar sus acciones, […] me parece que lo más agradable a Dios es que deje la calma de mi celda para ir a trabajar y predicar”.

Durante varios días prosiguió el diálogo con sus hermanos sin poder formarse una cierta convicción sobre la elección que hubiera sido más agradable a Cristo. […] Como verdadero fraile menor, no dudaba en pedir a la gente sencilla un mínimo consejo. Buscar cómo, con qué medios podía servir a Dios más perfectamente como Dios mismo quería ser servido, tal era su constante preocupación. […]

Nombró a dos hermanos y los envió al hermano Silvestro […] para pedirle en el nombre del Señor que buscara la solución según la voluntad de Dios. También pidió a Clara, la virgen santa, consultar con la más pura y sencilla de sus hermanas y orar con todas las demás, para conocer la voluntad del Señor.

La unanimidad fue maravillosa: ambos, bajo la inspiración del Espíritu Santo, interpretaron el beneplácito de Dios de esta manera: «EL HERALDO DE CRISTO DEBE IR Y PREDICAR POR TODO EL MUNDO». Cuando los frailes, a su regreso, le hubieron transmitido la voluntad de Dios tal como les había sido encomendado el mensaje, Francisco se levantó inmediatamente y, arremangándose la túnica, partió de inmediato, sin un momento de descanso. Avanzó con alegría para obedecer los mandatos de Dios y caminó con grandes zancadas, como si hubiera adquirido, bajo la influencia del Señor, renovadas fuerzas.

Que el Señor nos dé, por intercesión de san Francisco de Asís, el don del discernimiento para comprender la misión particular a la que el Señor nos llama y la fuerza necesaria para llevarla a cabo «inmediatamente».

(articulo extraído del Blog Vocación Franciscana)

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