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Siempre soñé con ir a Chile…
Publicamos el testimonio de fray Alberto nuestro seminarista italiano que este invierno ha vivido un tiempo con nosotros en Chile.
Siempre soñé con ir a Chile, un país que me fascinó por su forma y paisajes naturales que van desde el desierto hasta los hielos de la Antártida. Y este año mi sueño se ha hecho realidad.
Salí de Europa el 19 de julio y me quedé en Chile durante un mes y medio. Un tiempo corto para entrar en un otro país y cultura, pero aún significativo para saborear y conocer un poco a Chile.
Inmediatamente noté que estaba en un lugar nuevo, pues también tenemos las montañas y los llanos pero el simple hecho de no tener como referencia nuestras constelaciones nocturnas y la presencia de especies de animales propias del lugar y que solo se pueden ver en la foto; aquí, este fue un elemento que me ayudó a acoger el hecho de estar en otro lugar.
También era la primera vez que salía del continente europeo y tenía muchas ganas de llegar a Sudamérica para poder conocer a los chilenos con sus especificidades. Me llamó la atención lo cálidos y acogedores que son con la fuerza de ser felices a pesar de las dificultades diarias. Un pueblo religioso que ama cultivar su fe personalmente. Patrióticos y atados a sus orígenes, ponen en el centro a la persona como su principal valor. De hecho, antes de cada reunión o cita es necesario compartir el día o algo de la experiencia y solo entonces puede comenzar la reunión. De hecho, es significativo el marco de una de las comidas del día: el once, que ofrece, a última hora de la tarde, un té acompañado de pancitos, alimentos salados y dulces compartidos en el centro. Esta es una señal de cómo la convivencia y la unión informal están en el corazón de la cultura chilena.

La experiencia misionera me permitió pasar de preguntar quién es mi prójimo, a quién se ha hecho prójimo. Cambié la perspectiva porque por mucho que un misionero pueda ayudar a alguien a caminar por el camino de la fe adentrándose en la cultura del país, la gente debe ser iniciada hacia la autonomía. Experimenté cómo mi bagaje cultural que conduce a gestos para entrar en relación con Dios no es el único y abrí mi corazón a Jesús despojándolo de tradiciones que, por fundamentales que sean, están ligadas a mi país. Admito, sin embargo, que no es fácil acercarse a las propias costumbres para acoger las nuevas e intuir que en todas ellas hay una belleza que es la de Jesús.
En Chile me sentí como en casa, acogida por lo que soy y deseoso de conocer a quién encontraba y, a pesar de la gran dificultad con el idioma, nunca me sentí un extraño sino parte de un mundo por descubrir aunque sea en poco tiempo. Los extraño un poco porque no he podido vivir por mucho tiempo las intuiciones que recibí, pero por ahora los encomiendo a través de la oración, a los misioneros ya presentes en Santiago y Curicò, que están trabajando duro con dedicación y responsabilidad.
fray Alberto (OFMConv)
