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Emociones: ¿amigas o enemigas de nuestras decisiones?
Claro, aquí tienes la traducción al español de Chile:
Cuando nos encontramos frente a una decisión, ya sea pequeña o grande, ¿debemos confiar en nuestras emociones? ¿Nos ayudan o nos desvían del camino?
Hoy hablaremos de un tema que nos toca a todos de cerca: las emociones. A menudo las vemos como simples estados de ánimo pasajeros, pero en realidad tienen un papel mucho más profundo en nuestras jornadas, en nuestras decisiones e incluso en nuestra vida espiritual.
Emociones: la brújula del corazón
Imaginen nuestras emociones como brújulas para nuestro corazón. La alegría nos impulsa a actuar con generosidad, el amor nos acerca a los demás, el miedo nos protege de los peligros. Las emociones nos ayudan a entender qué es importante para nosotros, nos guían en nuestras relaciones y nos empujan a realizar determinadas acciones.
Son, por lo tanto, elementos muy importantes para nuestro camino, nos dicen en el fondo quiénes somos, qué nos atrae y qué nos repele. Y sin embargo, no dicen todo de nosotros… basarse solo en ellas sería bastante peligroso…
Las dos caras de la moneda: poder y peligro
De hecho, las emociones no siempre son nuestras aliadas en el camino. La rabia, la tristeza, la envidia pueden cegarnos y llevarnos a tomar decisiones equivocadas. Pero incluso la alegría y el entusiasmo pueden cegarnos y llevarnos a decisiones apresuradas y no duraderas… Las emociones a veces son como olas impetuosas que nos golpean de un lado a otro y corren el riesgo de hacernos perder el rumbo.
Entonces, esa misma energía que puede apoyarnos en una buena decisión, puede también volverse contraproducente en una situación diferente… Y esto vale tanto para las emociones desagradables como para las agradables. Veamos tres ejemplos:
- El miedo frente a un peligro real y concreto nos ayuda a detenernos, a no arriesgar nuestra vida, a presionar el pedal del freno; pero el miedo frente a un riesgo inevitable nos puede bloquear y no permitirnos dar ese salto de calidad que queremos.
- La alegría puede ser nuestra aliada al impulsarnos a entregarnos a los demás, a superar un momento de fatiga con nueva energía; pero también puede convertirse en una especie de panacea dulzona que nos mantiene siempre eufóricos y en la superficie, sin darnos cuenta de que dentro de nosotros todo se está vaciando poco a poco.
- La rabia puede impulsarnos a actuar impulsivamente, a decir palabras que hieren, a tomar decisiones de las que nos arrepentiremos; pero también puede darnos la fuerza para intervenir en una situación de peligro para una persona querida, para defender a alguien más débil, para luchar por lo que realmente creemos sin desanimarnos.
¿Qué hacer entonces? 5 herramientas para ti
¿Cómo desenredar entonces este embrollo? ¿Cómo entender cuándo una emoción es nuestra aliada o nuestra enemiga? Lamentablemente, no existe una receta fácil y automática.
Pero podemos sugerir algunas buenas herramientas:
- Escucharse a sí mismo: El primer paso es sentir nuestras emociones, reconocerlas, darles un nombre. Nunca podría entender qué hacer con una emoción si no la siento y no la reconozco. No importa aún si es placentera o desagradable, ni si es útil o dañina. Cualquier emoción debe ser primero reconocida por lo que es. Ella no es en sí misma ni buena ni mala.
- Saber que nuestras emociones siempre nos revelan algo de nosotros. Preguntarme entonces: ¿de dónde viene esta emoción, por qué siento esto? ¿Qué la provoca en este momento (causa próxima) y/o en mi pasado, en mi historia (causa remota)? Aprender de las emociones es siempre, siempre, siempre muy útil para nuestro camino.
- Comprender que a través de nuestras emociones también se expresa la “voz” de dos sujetos que debemos reconocer como activos en nuestra vida: el Señor y el Enemigo. Tienen diferentes modos de expresarse, porque quieren empujarnos en direcciones diferentes. Es importante entonces crecer en el discernimiento espiritual para aprender a distinguir estas “voces” dentro de nosotros.
- Invocar la presencia del Espíritu Santo, sentirlo actuar dentro de nosotros, experimentar que Él es más fuerte que cualquier miedo, culpa o condicionamiento. El Espíritu Santo es como un navegante experto que sabe leer las olas del mar de nuestro corazón, nos ayuda a discernir las emociones útiles de las dañinas, la voz de Dios de la de nuestro yo herido o de las tentaciones del Enemigo y del mundo.
- Confrontarse y pedir ayuda: Es importante expresar, dar voz a lo que se mueve dentro de nosotros; verbalizar nos ayuda ya de por sí a comprender, definir, delinear y, a menudo, dimensionar lo que encontramos en nosotros. Hablar con un/a amigo/a de confianza o con nuestra guía espiritual es parte fundamental del proceso de discernimiento de nuestras emociones.
Las emociones: aliadas preciosas, no obstáculos
Las emociones entonces no son en sí mismas un obstáculo a superar, sino un aliado precioso que debemos aprender a conocer y a utilizar con sabiduría. Si aprendemos a leerlas con el corazón y a discernir la voz del Espíritu Santo, nos ayudarán a tomar mejores decisiones, a vivir una vida más plena de alegría y amor y a crecer en nuestra fe.
Recuerda: el Espíritu Santo está siempre a tu lado, listo para acompañarte en este camino de descubrimiento y crecimiento espiritual. ¡No temas escuchar tu corazón y seguir su guía!
Te dejo finalmente algunos puntos de reflexión:
- ¿Cuáles son las emociones que más a menudo guían tus decisiones?
- ¿Cómo influyen tus emociones en tus relaciones con los demás?
- ¿Has experimentado alguna vez la guía del Espíritu Santo a través de tus emociones?
- ¿Cómo puedes aprender a escuchar mejor tus emociones y a discernir la voz de Dios?
¡El Señor es grande!
fray Nico
(articulo libremente extraído del Blog Vocación Franciscana)