La regla es esta: ¡vivir el Evangelio!

Hace ochocientos años, el 29 de noviembre de 1223, el Papa Honorio III confirmó a San Francisco y a sus hermanos menores la Regla, que aún hoy transmite el carisma de nuestro fundador.

A medida que se acerca esta importante conmemoración, queremos repasar (en este artículo y en las próximas semanas) no solo la historia de este documento fundamental, sino también, y sobre todo, su significado para todo el movimiento franciscano. Desde esta «carnet», son realmente muchos los frutos que los seguidores de Francisco han logrado madurar a lo largo de los siglos. Y a pesar de cumplir ocho siglos, la Regla aún tiene mucho por expresar y enseñar.

Dar forma a una vida naciente 

Francisco de Asís comenzó solo su proceso de conversión y radical seguimiento del Señor, pero pronto fue seguido por varios otros compañeros. Esa vida que fue considerada locura en sus primeros tiempos se volvía cada vez más atractiva y fascinante para numerosos hermanos.

En 1209, el número de los primeros frailes llegó a doce. En ese momento, como nos cuenta San Buenaventura, «viendo que el número de frailes crecía gradualmente, el siervo de Cristo escribió para sí y para sus hermanos, con palabras sencillas, una fórmula de vida en la cual, estableciendo como fundamento imprescindible la observancia del santo Evangelio, agregó algunas otras cosas que parecían necesarias para vivir de manera uniforme» 

(Legenda Maior, III.8; FF 1061).

No solo eso: Francisco entendía que ese propósito de vida no debía servir solo para organizar mejor la vida fraterna, sino que también debía presentarse al papa. En un tiempo difícil, atravesado por varios movimientos pauperistas y herejes, era necesario que el estilo de vida y la predicación de la incipiente orden de los «frailes menores» recibieran la aprobación de la máxima autoridad de la Iglesia.

Así fue como en ese mismo año (1209), después de ir a Roma y haber sido recibidos en audiencia por el sumo pontífice, Francisco y los primeros compañeros recibieron la aprobación oral del papa Inocencio III para su «fórmula de vida”.

Un camino progresivo

A lo largo de los años, la familia de los frailes creció, al igual que la reflexión sobre cómo llevar adelante su vida y su predicación. Es muy interesante leer el testimonio del obispo Giacomo da Vitry, quien en una carta de 1216 escribe que los «frailes menores» se reúnen una vez al año en el lugar designado (esto es el llamado «capítulo general») y aquí «valiéndose del consejo de personas expertas, formulan y promulgan sus leyes sagradas confirmadas por el señor papa» (FF 2208).

Precisamente en el capítulo de Pentecostés de 1221, se verá la luz de un nuevo texto normativo elaborado por Francisco con la colaboración de sus hermanos, mucho más complejo que el primer «propositum», y también aprobado por el sucesor de Pedro. Este documento es la llamada «Regla no bolada» (porque recibió la aprobación oral de Papa Honorio III y no a través de una bula papal).

La redacción definitiva

Sabemos bien que para Francisco no fue fácil conciliar las tensiones entre las diversas opiniones de los frailes, que para entonces habían aumentado a varios miles, con respecto a la Regla. También había que tener en cuenta las necesidades formales que requería la redacción de un documento legal tan importante. La curia romana observaba con atención este proceso, al igual que los varios sabios y juristas que en ese momento formaban parte de la orden.

Finalmente, tres años antes de su muerte, el santo de Asís se ocupó de la redacción definitiva de la Regla de los Frailes Menores. En septiembre de 1223, Francisco se retiró cerca de Rieti, una ciudad entre Asis y Roma, en el eremitorio de Fonte Colombo (llamado así por la fuente que él mismo llamaba fons columbarum, porque allí había visto beber a pequeñas palomas). Allí, con el hermano León, Bonifacio de Bolonia y algunos otros, redactó los 12 capítulos del texto que luego presentó al papa.

Después de cachar el proceso que llevó a la formación de la Regla, en las próximas semanas trataré de entender los pilares fundamentales. Todavía hoy, de hecho, es la misma Regla la que maneja e inspira la vida de toda la familia franciscana, marcando la forma en que los seguidores de San Francisco deben vivir su vocación en el día a día.

fray Fabio

(Articulo libremente extraído del Blog Vocación Franciscana)

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