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¿Cómo mostrar mi fe a otros jóvenes?
Cómo decir que soy cristiano y compartir la belleza de Dios con los demás:
Si tienes estas preguntas en tu corazón, es una señal positiva: es posible que el Señor haya tocado tu corazón. Probablemente has experimentado lo hermoso que es tener a un Dios así. Y es natural pensar: ¿por qué otros no pueden conocerlo?
Esta es la raíz de la experiencia cristiana: encontrar al Señor y llevarlo a los demás. Y que quede claro: ninguno de estos dos pasos se sostiene sin el otro. Nunca podríamos decir que hemos realmente encontrado al Señor si no sentimos el impulso de acercarnos a nuestros hermanos. Nunca podríamos llevarlo a los demás si primero no lo hemos encontrado personalmente.
Pero, ¿cómo hacerlo? Hoy en día es realmente difícil ser cristiano y serlo de manera visible. Mencionar el nombre de Jesús frente a alguien a menudo nos hace temblar la voz, incluso nos hace sentir incómodos. Como resultado, muchos jóvenes cristianos a menudo viven como si estuvieran en la era de las catacumbas, yendo a la iglesia en secreto.
Pero si alguno de ustedes realmente siente el deseo de decirles a sus amigos «soy cristiano, confío en el Señor Jesús», entonces intentemos proporcionar algunas indicaciones simples que quizás puedan ser de ayuda.
En primer lugar, no pienses: «estoy en el lado correcto”.
Habiendo encontrado al Señor Jesús, que es «el camino, la verdad y la vida», inevitablemente nos sentimos en el «lado correcto», lo que nos autorizaría a mirar a los demás desde arriba, con una actitud de «ahora te enseñaré cómo se hace». Terminaríamos pareciéndonos mucho a ciertos conspiracionistas que creen ser los únicos elegidos que realmente comprenden cómo funciona el mundo y miran a los demás con arrogancia…
Hace muchos años, el cardenal Martini retomó una frase de Roberto Bobbio que decía: «Hoy el mundo ya no se divide entre creyentes y no creyentes, sino entre los que buscan y los que han dejado de buscar».
Entonces, la actitud correcta es presentarte como un buscador de la verdad, alguien que quizás ha intuido algo pero que aún tiene muchas preguntas abiertas. Alguien que no te dice «tengo la verdad en mis manos», sino que te dice «¿te gustaría buscar juntos?». Y eso lo cambia todo.
En segundo lugar, nunca pierdas el placer de buscar.
Es natural que surja de lo que se dijo antes: ¿quieres dar testimonio? Entonces ofrece la posibilidad de buscar juntos. Buscar juntos significa tener el coraje de cuestionarte, de dialogar, de considerar en serio el punto de vista del otro.

La apertura para entender, escuchar, razonar juntos, experimentar juntos… esa es la puerta que debemos abrir a quienes tenemos frente a nosotros. Por ahí pasa el verdadero testimonio de aquellos que buscan solo el bien, que no tienen nada que defender, solo que dar.
Así que sigue buscando siempre, nunca te sientas satisfecho: haber encontrado a Jesús te ha puesto en el buen camino, pero aún no has llegado a la meta. ¡Lo hermoso es caminar juntos! Porque es a lo largo de un camino compartido que el Señor se muestra, siempre.
En tercer lugar, no busques la conversión del otro.
La Madre Teresa de Calcuta respondió de manera elocuente una vez a un periodista que le preguntó qué cambiaría en la Iglesia: «A mí misma. ¡Soy yo la que debe cambiar!».
Entonces, la única conversión, el único cambio radical y siempre necesario que podemos exigir es el nuestro. Todos necesitamos siempre comenzar de nuevo, convertirnos a la lógica del Evangelio.
Dios es paciente, sabe esperar a los seres humanos, desea proponer con delicadeza y dejar libres. Conoce el corazón humano y sabe que los tiempos del camino son diferentes para cada uno. Ninguno de nosotros puede ser tan presumido como para saber qué paso debe dar el otro, e incluso cuándo y cómo debe hacerlo.
Un Dios que exige, que asusta, un Dios que no acepta dudas y debilidades, es un Dios que no salva a nadie. Afortunadamente, nuestro Dios es muy diferente. Más bien, muestra el verdadero rostro de Dios y, poco a poco, cada persona dará sus pasos hacia Él.
Cuarto. Ama, intenta querer bien, siempre y en todas circunstancias.
Y esta es la clave de todo. No hables de Jesús para sentirte mejor, no hables de Dios para convencer, para atraer a ti mismo, para cambiar a los demás, para salvar a los demás… El único motivo real que nos debe impulsar es este: el amor.
Actúo, me muevo, hablo contigo, comparto mi experiencia, te escucho, me dejo cuestionar, pierdo tiempo contigo… ¡solo porque te quiero! Solo porque sinceramente deseo lo mejor para ti. Y si te hablo de mi Señor, es porque siento que también puede hacerte mucho bien a ti.
Porque hablemos claro: ¡siempre y solo es el poder del amor lo que al final es capaz de conmover los corazones! Es con el poder del amor que el Señor nos ha encontrado, nos ha salvado, nos ha perdonado, nos ha renovado.
A medida que aprendamos a amar un poco más como Él, entonces poco a poco todo el mundo creerá, porque, incluso a través de nosotros, experimentará a Dios.
¡Buen camino para todos!
fray Nico
